sábado, octubre 28, 2006


“Ella”
En un típico domingo gris de Rosario, Había salido a pegar unas vueltas y me encontré caminando por el Boulevard. No me sentía triste, nostálgico quizás.
Quería bajarme del mundo un rato; dejar de ser yo, aunque sea, durante una temporada.
Es común que los domingos me hagan sentir así, pero éste tenía un toque singular. Percibía que la vida no tenía magia, que todo era y sería bastante mecánico, acción – reacción.
Caminaba, para intentar volar un rato, dejar la cabeza y el alma un paso más atrás.
Esa tarde comenzaba a creer que realmente no encontraría la mujer que me haga sentir íntegro. Me preguntaba si el amor, verdadero y completo, podía llegar a ser permanente o al menos de una duración bastante prolongada.
Comencé a pensar que ese día algo de mí cambiaba para siempre, la ilusión se despedía y al mismo tiempo el conformismo entraba saludando.
Decidí sentarme un rato, en un banquito de Oroño.
Miraba a la nada, de repente vi a un perro en la vereda de enfrente romper una bolsa de residuos en busca de alimento. Al poco tiempo, al ver solo papeles, desistió de tal empresa.
El viento hizo volar varios de esos papiros por el boulevard y un par vinieron cerca de mis pies.
Mi curiosidad me llevó a levantar uno al notar que eran manuscritos, donde leí:
En un día cualquiera, como la gran mayoría de mis días, no esperaba nada de la vida y menos de la Facultad a la cual iba casi por obligación y no por el gusto de “estar forjando mi futuro” como me solían decir.
Sentada en ese pequeño muro entre el patio y la galería, estaba “ella” con las piernas cruzadas muy compenetrada en “Crónicas del Ángel Gris” de Alejandro Dolina (mi libro preferido).
Sumergida en sus letras, podría jurar que casi no se daba cuenta del mundo a su alrededor, a decir verdad tampoco aparentaba interesarle mucho.
A riesgo de parecer un poeta de dos pesos, debo decir que cuando la ví, se frenó el mundo y el universo hizo un guiño. Excepto nosotros, todo se congeló y se borró poco a poco.
Era “ella”, lo supe enseguida, fue la sensación de certidumbre más plena de todas.
Era “ella”, lo sentí…
Justo, mientras la miraba, levantó su vista me miró y sonrió con la sonrisa que uno hace al cumplirse una predicción, como se saluda a alguien conocido cuya llegada se esperaba..
No parecía extrañada de verme, como si supiera del encuentro, quizás leía para matar el tiempo en tanto me esperaba en ese lugar…
Me disponía a ir a hablarle, pero apareció un joven y la agarró de la mano levantándola de aquél muro. Una vez de pie, la abrazó y comenzaron a caminar alejándose de mi, y yo parado, o mejor dicho, petrificado.
De repente, alguien me tomó de atrás… Era la que ocupa su lugar, después de ese encuentro me di cuenta de su carácter provisorio, le di un beso y no pude evitar seguir viendo como “ella” se alejaba. La angustia de perderla, que comenzaba a surgir en mí, se aplacó de golpe cuando giró la cabeza y mirando sobre sus hombros volvió a hacer la misma sonrisa. Sentí como si me dijera con aquélla mirada: Nos vamos a volver a ver, quédate tranquilo. Todo a su tiempo…
Hoy a un par de meses de aquél encuentro, a veces intento buscarla por impaciente o aburrido, no por desesperado. Tengo la tranquilidad de lo inevitable; va a llegar estoy seguro.
Eso me permite disfrutar de otras cosas, de preocuparme menos de lo no importante.
Fue la señal necesitada, para no desahuciarme y llegó justo cuando iba a resignarme a no encontrarla y aceptar lo conseguido.
Por ahora, no necesito saber su nombre, su dirección, etc. Lo de vital importancia ya lo sé… EXISTE.
Señales, la vida siempre te da señales.
No nos resignemos a amores o personas aceptables, no debemos conformarnos con parejas “correctas”.
Salvémonos de ésas o ésos que “tienen todo”, menos el requisito esencial: enamorarnos.
Si estamos a punto de resignar la búsqueda, hagámonos un último favor y abramos bien los ojos, busquemos las marcas, las señales. Para claudicar, para resignarse siempre hay tiempo.

No supe nunca el origen de este papel, pero no puedo negarlo, era justo lo que requería leer en ese momento.
Señales, la vida siempre te da señales. Es cuestión de saber verlas, repetí en mi cabeza…
Me levanté, y noté como las cosas podían, ser distintas a lo que venía creyendo minutos atrás. Esa hoja, me había dado, aunque sea por un rato más, un poco de esperanzas.
Cuando uno más lo necesita, en el segundo en cual se está a centímetros de hundirse, se deben agudizar los sentidos y buscar señales de escape. La vida siempre, hasta en instantes difíciles, nos da signos de poder encontrar eso que necesitamos; tal vez a la vuelta de la esquina o sentado en algún banco.

JUAN MARTIN ATENCIO

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pregunto: No sé qué es peor: que ella exista y no poder encontrarla o que ella no exista
Y me contesto: Sería aún peor que TÚ no existieras ¿no?
¡Hala, ahí te dejo esa!
Javi

Anónimo dijo...

Las penas, lamentaciones y sufrimientos que existen en este mundo se producen a causa de algo que es querido. Por esto es que son felices y están libres de dolor todos aquellos que no tienen en este mundo nada ni nadie a quien querer. Si queres estar libre de dolor y de pasión, no tengas nada ni a nadie querido en ningún lugar de este mundo...