
Ella estaba en uno de esos días donde todo parece negro, donde la vida no tiene sentido. Se encontró con él y le pidió que le diera argumentos por los cuales valía la pena vivir.
El meditó un segundo, esquivó mentalmente los ejemplos terriblemente cursis de señaladores y le dijo:
- Mirá, creo que la vida objetivamente no tiene sentido, uno se lo tiene que dar. Se me ocurrirían diez mil argumentos mediocres para decirte como “ver un amanecer, la primavera” y bla bla bla.
Ella sonrió levemente sin dejar de prestarle atención.
- La cuestión me parece que es la siguiente –prosiguió- Tenés dos opciones: matarte o seguir viviendo...
- Cómo? – preguntó ella.
- Es así, o te matás o empezás a buscar razones, ahora te advierto, hay que tener más huevos para matarse que para seguir viviendo.
Sus ojos no paraban de mirarlo sorprendida de semejante comentario. Él, al ver esta perplejidad intentó aclarar la idea:
- Es verdad, que hay días en que todo parece negro profundo y sin salida, que la maldad del mundo le gana la batalla al bien por nock out. Nadie te va a negar que la esperanza se desangra en las esquinas cuando ves dormir a un chico en la calle y la gente pasa indiferente como si fuera parte de la escenografía cotidiana. Pero otros días encontrás las razones para luchar y seguir día a día.
- Pero qué razones pueden ser esas? Salvar al mundo? Disminuir la pobreza? Paz?
- Las que para vos valgan la pena y te den ganas de despertarte, no pienses que te estoy hablando de razones gigantescas o dignas de héroes mitológicos. Pueden ser pequeñas, cuasi sin importancia para el que mira desde afuera. Lo vital es que sean válidas para vos.
- Mmm, puede que tengas un poco de razón -dijo ella mientras terminaba de un sorbo el café- Ahora decime, a vos te pasó ésto que me está pasando?
- Sí, creo que a todo el mundo en algún momento le agarra este tipo de angustia.
- Y como safaste? Cuál fue la “causa” que te hizo dar ganas de seguir?
- Te conocí -dijo él, mientras pagaba el café y se levantaba.